febrero 05, 2011

El Sol nace cuando quieras






El sol nace cuando quieras

Érase una vez, un niño llamado Fernando. Tenía apenas cuatro años de edad, pero su curiosidad parecía la de un niño de diez. Quería saber por qué en el día todo se iluminaba y en la noche todo era oscuro. Preguntaba, pero nadie le sabía explicar lo que quería saber, a pesar que las respuestas que recibía eran lógicas.

 Su madre le decía: “el sol nace por el este y se oculta por el oeste y, frente a tí, para que te sepas ubicar, busca en El  Ávila, este cerro se encuentra al norte y el sur, a tu espalda”. En cambio, su papá le decía: “Hijo mío,  el día es claro porque el sol sale en las mañanas,  la noche es oscura  porque el sol se oculta y por eso es que todo queda oscuro”. Fernando no estaba conforme con esas explicaciones  y, seguía preguntando a todo aquel que se atravesara en su camino.

Un día,  se acordó que su abuelito se encontraba donde siempre,  sentado en el sofá  leyendo un gran libro. Él  sabía mucho y le podía responder. Se colocó frente a él y mirándolo  fijamente a los ojos, le hizo la pregunta de rigor: “¿Por qué en el día todo se ilumina y en la noche todo está oscuro abuelito?
Se puso en pie, caminó de un lado a otro sin mirar a su nieto;  tardó varios minutos antes de comenzar. Le colocó sus manos en la cabeza y le dijo: “¡siéntate! con mucho gusto te lo voy a decir. Pero primero, debes darme tu opinión acerca de tu propia pregunta”. El niño rápidamente le explica: “En el cielo hay un señor al que todos nosotros  le debemos pagar  para que encienda la luz todos los días; luego en la tarde, cuando él  se marcha  a su casa a descansar, entonces es cuando viene la noche”.

El viejo le sonrió con cariño. Respiró hondo para poder descifrarle el misterio. Tomó  asiento y mirándolo le dijo: “hace millones de años; no existían ni el día ni la noche; la luna o las estrellas, ni el mar ni la tierra, pero hay algo que siempre ha existido para mí y ése es  el amor”. Fernando no entendió e insistía  en preguntarle: “¿qué tiene que ver el amor con el día o con la noche?” El abuelo le responde: “todo lo que somos y tenemos es producto de un gran amor.  Alguien que  siempre por su existencia infinita nos lo otorga. “Ese es Dios”, el que ha creado al mundo en siete días: con la luz y la oscuridad, pero,  después de tantos siglos, parece que nadie ha entendido aún el significado de esa palabra. No saben que la llevamos dentro de nosotros mismos: con nuestra alegría, con nuestro compromiso de trabajo;  sobre todo, con la entrega a todos los que nos rodean. La oscuridad, sería lo contrario: tristeza, desinterés a tu superación y egoísmo hacia nuestros hermanos. “Esto es miseria”.

Él niño entendió las palabras sabias de su abuelo y contento,  tomó su pelota  para irse al parque a jugar con sus amiguitos. Pero antes, volteó su cabecita y le dijo: “gracias abuelo, ahora sé que el sol nace cuando yo quiera”.






El excremento del diablo




El excremento del diablo

Todo estaba oscuro, miré al cielo y pude apreciar que la luna estaba inmutable: tan blanca y redonda como nunca antes la había visto. Su aurea  rodeaba la  esbeltez de su forma y sentí como sus rayos acariciaban mi cuerpo suavemente.  Noté en su amplitud, una luna cargada de agua;  siendo la manera tradicional que los campesinos prevén la lluvia durante el  invierno. Seguí  postrada ante tanta belleza y mi  pensamiento seguía ausente, pues,  casi siempre en las noches de desvelo producido por el cansancio del día, busco el aire fresco de mi terraza: la que calma mi espíritu y relaja mis entrañas. Este momento que consagro a mi eternidad, hace que mi sangre fluya suavemente para saciarle la sed a los vampiros que persiguen mi  postergada vejez.

Elevé mi mirada nuevamente al cielo fecundo de nubes grises. De pronto, comenzaron a revolotear a la platinada, unas inesperadas nubes negras. Giraban con tanta fuerza, que mi atención se quedó impávida ante tal fenómeno, parecía un látigo enfurecido en las manos de un jinete apurado.
Tuve la intensión de irme a dormir, pero, esa danza me obligaba a quedarme y aplaudir una vez que terminara. No fue así,  la sorpresa que me llevé no  estaba en el libreto de mi vida.  Retrocedí unos pasos y,  pude contemplar cómo esas nubes negras iban formando poco a poco una figura que me iba estremeciendo de pavor. Era la cara del mismísimo Satanás,  pude observar sus cachos, su barba alargada, sus ojos malignos cuya fijación estaba dirigida hacia mi encrespado cuerpo. Parecía retarme y yo lo único que pensé en ese momento fue en rezar, creo que antes no lo había hecho con tanta devoción.

Como por arte de magia, comenzaron a salir de todas partes unos murciélagos que parecían los mensajeros del mismísimo innombrable. Mayor fue mi angustia pues, no me podía mover por el miedo que estaba viviendo. Sólo concebí la objetivación para darme cuenta que era pura casualidad y que los afanosos animales buscaban comerse la fruta de el pilón. El frondoso permanecía erguido frente a mi casa, dándonos sombra cada vez que nuestros vehículos los estacionáramos debajo de él. Pasaron sólo unos minutos antes de que se disolviera esa forma tan malévola, en su lugar, apareció otra, pero con mejor presentación. Era la cara de Jesús, la veía claramente. Su rostro era muy brillante y lógicamente, inspiraba paz en mi interior. Luego que volví en mí, pude exhalar, no sé cuanto tiempo contuve mi respiración. Corrí a la cocina, me tomé una taza de leche tibia y, de un brinco logré sumergirme en mi cálida cama.

Al siguiente día,  pude notar que las paredes externas de mi casa, estaban tapizadas por unas manchas marrones que de sólo adivinarlo,  me causaban repulsión. Me extrañé, pero recordé  el festín que la noche anterior habían disfrutado los murciélagos, causando entonces la cólera que destapó mis venas, tenía que tomar la manguera, el cepillo y mucho jabón para lavar el excremento que Satanás me envió al darse cuenta que conmigo no podía luchar. 




Receta


Torta de Nona Lucy: para un kilo.
Ingredientes;

1 kilo de harina
1 litro de leche
800 gramos  de azúcar
400 gramos de mantequilla
diez huevos
Saborizar con: vainilla, o ron etc.  (2 cucharadas)

Preparación:

Batir la clara de los huevos a punto de suspiro
Agregar las yemas
Colocar el azúcar y la mantequilla. Batir hasta que se sienta el azúcar disuelta.
Agregar la leche alternando con la harina. La harina no se bate mucho, sóo que se disuelva.
Agregar la vainilla y mezclar todo.
Enmantequillar un molde y enharinarlo.
Agregar en el molde la mezcla y al horno por más o menos ¾ de hora  en 300 grados centígrados. No abrir hasta pasada media hora que se pueda abrir porque si se abre se baja la torta, se pasma. Ella empieza a oler. Se le mete el cuchillo y si sale limpio ya está. Se deja en el horno en caso de que le falte un poquito. Inmediatamente se saca del molde y luego que enfríe se adorna.



El nevado:

Si es con nevazúcar: a las claras de huevo agregar la nevazúcar.

Tres huevos la pura clara. Se bate bien a punto de suspiro, que quede duro. Se le agrega como 4 cucharadas de azúcar, una cucharada por cada huevo. No más  porque el azúcar agua el huevo. Si es mucha la porción a cubrir se divide la mitad en el caso de que la torta sea menos o más de un kilo).

Biscochuelo:
Biscochuelo: 8 huevos. 400 grmos. de harina, 5oo grms. de azucar. i carterita de miche,  Preparacion: Batir los huevos (claras) a punto de suspiro, agregar las amarillas,  agregar el azucar, batir, agregar la harina y el miche,Es mejor cuando se heche la harina, moverla con la mano en sentido envolbente, enmantequillar el maolde y enharinarlo hechar la preparacion, hornear cmo 20 minuts o hasta que salga seco el palillo. acar del molde aun caliente, y  picar por la mitad y rellenarlo esto para las tres leches, para que se enchumbe bien. esta base sirbe para rellenar con lo que se quiera. crema pastelera, con melocotones, etc,

Ingredientes:
8 huevos
400 gramos de harina


Preparación:

Tres leches:
1 pote de leche condensada, evaporada y crema de leche. Se licua todo, y cuando se hace el biscochuelo. Se saca cuando está caliente, se coloca en una bandeja honda, se pica por la mitad, se le echa la crema, se puya, se baña con la crema.  Para la receta del biscochuelo.
Decorar con el nevado y se le coloca canela