El sol nace cuando quieras
Érase una vez, un niño llamado Fernando. Tenía apenas cuatro años de edad, pero su curiosidad parecía la de un niño de diez. Quería saber por qué en el día todo se iluminaba y en la noche todo era oscuro. Preguntaba, pero nadie le sabía explicar lo que quería saber, a pesar que las respuestas que recibía eran lógicas.
Su madre le decía: “el sol nace por el este y se oculta por el oeste y, frente a tí, para que te sepas ubicar, busca en El Ávila, este cerro se encuentra al norte y el sur, a tu espalda”. En cambio, su papá le decía: “Hijo mío, el día es claro porque el sol sale en las mañanas, la noche es oscura porque el sol se oculta y por eso es que todo queda oscuro”. Fernando no estaba conforme con esas explicaciones y, seguía preguntando a todo aquel que se atravesara en su camino.
Un día, se acordó que su abuelito se encontraba donde siempre, sentado en el sofá leyendo un gran libro. Él sabía mucho y le podía responder. Se colocó frente a él y mirándolo fijamente a los ojos, le hizo la pregunta de rigor: “¿Por qué en el día todo se ilumina y en la noche todo está oscuro abuelito? “
Se puso en pie, caminó de un lado a otro sin mirar a su nieto; tardó varios minutos antes de comenzar. Le colocó sus manos en la cabeza y le dijo: “¡siéntate! con mucho gusto te lo voy a decir. Pero primero, debes darme tu opinión acerca de tu propia pregunta”. El niño rápidamente le explica: “En el cielo hay un señor al que todos nosotros le debemos pagar para que encienda la luz todos los días; luego en la tarde, cuando él se marcha a su casa a descansar, entonces es cuando viene la noche”.
El viejo le sonrió con cariño. Respiró hondo para poder descifrarle el misterio. Tomó asiento y mirándolo le dijo: “hace millones de años; no existían ni el día ni la noche; la luna o las estrellas, ni el mar ni la tierra, pero hay algo que siempre ha existido para mí y ése es el amor”. Fernando no entendió e insistía en preguntarle: “¿qué tiene que ver el amor con el día o con la noche?” El abuelo le responde: “todo lo que somos y tenemos es producto de un gran amor. Alguien que siempre por su existencia infinita nos lo otorga. “Ese es Dios”, el que ha creado al mundo en siete días: con la luz y la oscuridad, pero, después de tantos siglos, parece que nadie ha entendido aún el significado de esa palabra. No saben que la llevamos dentro de nosotros mismos: con nuestra alegría, con nuestro compromiso de trabajo; sobre todo, con la entrega a todos los que nos rodean. La oscuridad, sería lo contrario: tristeza, desinterés a tu superación y egoísmo hacia nuestros hermanos. “Esto es miseria”.
Él niño entendió las palabras sabias de su abuelo y contento, tomó su pelota para irse al parque a jugar con sus amiguitos. Pero antes, volteó su cabecita y le dijo: “gracias abuelo, ahora sé que el sol nace cuando yo quiera”.