julio 01, 2010

Respuesta de Guillermo a las cuitas del joven Werther


www.descargarlibropdf.com/las-cuitas-del-joven-werther/2/ Caracas  27  de noviembre de 2009.
Por: Arly Leotaud


Respuesta de Guillermo a las cuitas del joven Werther

La primera impresión que un lector se debe llevar al leer este libro es simplemente la intensa melancolía con que en él se narra la historia del joven Werther. Es imprescindible fomentar el romanticismo en el siglo XXI para poder entender la profundidad  del sentir humano de finales del siglo XVIII. La capacidad de describir lo que a diario sentimos y que muchas veces obviamos simplemente porque la rutina nos consume. Era en aquella época el ir y el devenir del sentimiento más puro y entrañable: “El amor”.
Es sin embargo interesante sumergirse en el yo interno de Werther-Goethe para llegar a alcanzar la sublimidad, la intensidad, la alegría de vivir y de apreciar todo cuanto lo  rodea. La desventura de no ser correspondido trae en consecuencia, la fatalidad. Todo se ennegrece, todo deja de tener sentido. La tristeza y la soledad empujan a Werther al abismo, simple y llanamente muere por el amor de una mujer que no le corresponde.
En este libro la palabra clave es la inconformidad. Lo que aún no comprendemos es la verdadera historia del sentimiento opuesto, no precisamente de Carlota, sino de Guillermo, amigo entrañable de Werther. ¿Qué hacía? ¿Qué le expresaba cuando respondía  aquellas cartas que casi a diario Werther  le enviaba? Si hubiese sido en ésta época, por supuesto que el Internet hubiera solucionado ese tipo de comunicación y no serían a diario, sino cada segundo y por supuesto, fácilmente abordar un avión y evitar su desición fatal.
Lo que si pudiéramos hacer es imaginar la emoción de Guillermo al leer aquellas palabras que de tan lejos eran
 encomendadas ser entregadas en sus propias manos para dejarle parte de su ser, allí expresaba lo más sublime de su existencia, denotando con profundidad la alegría de vivir;  pero también,  la angustia y la impotencia, pues, Werther ya en las últimas cartas lo único que reflejaba, casi dibujada era la cara de la muerte.

Eran las doce de la noche cuando Guillermo comenzó a escribirle a Werther. Tenía sueño pero ante tanta belleza descrita, aquel pueblo de Wailhem, era imposible contenerse el corresponder esas misivas. Quería saber más, deseaba tanto estar allí, con su amigo pues al recibir una tras otra carta, despertaba en él una incesante  curiosidad. Cada vez que le llegaba el sirviente con aquel manojo de cartas, la taquicardia lo paralizaba. Corría a encerrarse en su habitación y pasaba horas leyendo y releyendo esas palabras plasmadas por un hombre enamorado de la vida, enamorado del amor y enamorado de la mujer más hermosa y perfecta del mundo…

21 de diciembre de 1772.

¡Estimado Werther!
Recibí muchas noticias buenas de tu parte y decidí corresponder a tu altiva deferencia para conmigo. Es imposible que ser humano alguno pudiera ver como lo hiciste, aunque cerrando tus ojos, los colores del arco iris  se reflejaban a través de tu sonrisa sin disimulo. Sólo irradiabas felicidad al contarme cómo era tu vida en aquel lugar de inagotables andanzas y paisajes frescos. Cómo hubiera querido caminar por las veredas y haber escuchado tus poemas en aquel santuario,  lugar predilecto que robaste al Conde de M…. Yo también derramé lágrimas al  conocer su historia y también coincidí en aceptar, que si el papel se hiciera espejo de su alma así como su alma es espejo de un Dios infinito, tendrían que existir muchos papeles para poder reflejarse a cada instante y trasmitir nuestros sentimientos; sobre todo bajo aquellos nogales, sintiendo la brisa fresca en la soledad de nuestras almas. ¡Ay amigo! nunca en mí surgió sentimiento alguno de envidia, pero cómo lucho para deshacerme de él. Me temo que si no fuera por lo comprometido que estuve al haber aceptado sustituirte, te juro que allá hubiera estado, y esa fuente inagotable en la entrada del pueblo, de la que tanto me hablabas, seguro que guardaría el secreto de nuestra  eterna juventud, como lo guardaba la niña Amalia al lavarse muchas veces su carita pues era mágica. Es lo que me demostraste al transmitirme sin recelo esa alegría de vivir, ese fulgurante ánimo de describir palmo a palmo todo lo que te rodeaba,  más aún,  te creo al decirme que los espíritus engañosos se estaban adueñando de tu corazón.
Me contaste también  acerca de las gentes que conociste en el pueblo, sobre todo aquellos niños que una vez viste quietos, muy sentados esperando a su madre, los cuales ya amabas. También me has dicho que te sentías sólo. Por favor ¿buscaste  la amistad de alguien? No es difícil tener amigos en tan pequeño pueblo que muy a pesar del clasismo que decías observar, es probable que alguno de ellos dignó bajar hacia ti y pudiste tu también bajar hacia otros para tu bien. Fíjate que el joven V… de quien aprendiste todo sobre Heine ha de haber sido inteligente y, el mayordomo, ¡ah! qué fiel amigo debiste atesorar y ¿los niños? ¡Qué cerca estaban de la felicidad! ¿La descubriste? ¿Les seguiste dando un Kreutzer para el pan, la cuajada y el azúcar? ¿Y la mujer de los dos tilos? Ojalá y hubiera podido estar en ese sitio tan distante pero tan cercano a mí. No necesitaste palabras para describir Walheim, sólo con esa pintura que me enviaste pude apreciar tu  poesía. El joven jornalero con su pureza, pudo tocar el cielo y encontró muy pronto su propia felicidad. Como verás, he leído una a una y con gran apego todas tus cartas, las guardo y enseguida las vuelvo a colocar encima de mi escritorio. Se han hecho parte de mi vida y anhelo de mi esperanza. Siento cada uno de tus descubrimientos vividos y sueño tus sueños por vivir.
Werther,  mucha más envidia me da saber que te enamoraste de una mujer diferente, la personificación de la perfección. ¿Qué más puedes pedir? Te esclavizó su bondad, su entendimiento y sobre todo, su carácter enérgico. ¡Te advirtieron que era de otro! ¡Ay amigo mío! era un pecado no probar tan especial néctar y no haber luchado para conquistar ese amor prohibido. ¿Luchaste hermano? ¿Buscaste  la manera de que se fijara en ti? ¿Y que una y mil veces más te propinó un cacheté en ese oportuno juego? No te sientas abrumado cuando el tiempo pase como me lo repetías en tus cartas, la felicidad no te huye, yo lo que creo es que tu le has huido a la felicidad.
Me sorprendió la historia de los nogales de Federica y el Sr. Smith. Son cincuenta años que sus raíces se han aferrado a este mundo sin fin. El Sr. Smith tenía razón en afirmar que “aquel que por poder puede perturbar la felicidad”. No has debido dejar que eso te ocurriera, aunque conociéndote, dudo mucho que eso hubiera sucumbido en tus entrañas, más bien, creo que el camino que escogiste te hizo derramar lágrimas hasta formar un torrente de anhelos y desaciertos. Werther, ¿crees que Carlota te amó alguna vez? pues, lo creíste y por ello,  surgió en ti la fuerza que movería tu rígida montaña amansando la ira que provocaba la presencia de Alberto. Debiste decirle que la amabas, ella no lo pudo adivinar, no era suficiente que la miraras y la soñaras, no fue suficiente que la visitaras y te postraras a sus pies para demostrar ese amor que te quemaba. Debiste quererte a ti mismo para luego quererla a ella. No sé si realmente mis consejos han sido los más acertados para tu desventurada vida, pero de lo que si he estado seguro,  es que si yo hubiera estado allí, hace rato que estarías desposado, porque no te permitiría respirar en ningún momento un aire de dudas para lanzarte a sus brazos, pero, a medida que ha pasado el tiempo y continué leyendo tus cartas, noté que todo aquello que te rodeaba y que tanto disfrutabas se disipó en su belleza debido a tu desamor.
Tu tristeza aumentó cada día como me has contado, pues, creíste soñar que Carlota estaba contigo, pero cuando abriste tus ojos en cada gris amanecer, aumentó tu soledad y tu melancolía por la nada.
Me preocupas Werther, ya no eres como el de antes, impulsivo y soñador, ya no me pintas  con tus palabras, aquel paisaje ensoñador.
Que ha sido de ti mi amigo, mi eterno amigo. Quiero ayudarte y no sé como. No me dejas, no haces caso de mis peticiones. Ven aquí, regresa y verás que muy pronto el pasado quedará atrás y reiremos junto a unas hermosas damas de ese pasado que quedará en el olvido.
No me gusta ese regalo que te dio Carlota, parece el mejor, pero es un simple lazo, que para lo único que sirve es para atarte a ella sin remedio. ¿Es que no te das cuenta imbécil?
Ella no te ama, sólo te estima porque eres su mejor amigo. Abre tus absurdos ojos enamorados y disipa esa tristeza.
El joven Jerusalem también te ha tocado. Te ha abierto las puertas hacia lo desconocido y al anhelante final por conocer.
Crees que todos conspiran contra ti, pero no es cierto. Fíjate que el príncipe te envió veinticinco ducados y una carta, la cual te hizo llorar. Deja de pensar que eres un vagabundo en esta tierra,  recuerda para qué estás formado,  eres abogado y debes contribuir con la justicia  en este mundo.
También me he enterado que aquel niño a quien tanto querías murió, si, el hijo de la señora de los dos tilos. Debes seguir viviendo por todos ellos, por  los que quedan, por todos los que te necesitan, no te sigas deshojando como en el otoño. Pasa el frío invierno pero siempre esperando la tibia luz de la venidera primavera. Olvida también  esa casaca azul y ese chaleco amarillo, ¿es que no lo piensas dejar de usar nunca? Definitivamente Carlota te ha enfermado, de la misma manera que te enferma leer los pasajes de Osián, lo único que obtienes es soledad, vacío, penumbras en tu corazón.
Después que he recibido tan largas cartas, al principio de tu llegada a ese pueblo que te ha embrujado, ahora son sólo tres líneas las que recibo. Sufrimiento y muerte es lo que logro descifrar en tu atormentada vida.
Pues no, debes disipar ese velo que te está cegando. Desaparece esa angustia inexplicable que no te deja respirar. Por favor, te lo suplico, por nuestra amistad, por tu anciana madre, por tus hijos que algún día nacerán de la verdadera mujer de tus sueños. Amigo recapacita, regresa, vuelve a soñar como antes, inspira tu conciencia con cristalinas aguas. Olvida la poesía que inquieta tu alma, olvida a Carlota y regresa a tu hogar, ven Werther, sólo ven.
Quisiera empezar esta carta de nuevo, pero con la última que me has enviado mis lágrimas no cesan porque Carlota definitivamente le pertenece a él. Aunque sientas que tu alma no se puede reconciliar con la alegría de vivir, debes ir el veinticuatro a su casa, debes participar de la cena y de los regalos de navidad para que los niños nunca te olviden. ¡Sabes que te quieren! Espero tener buenas nuevas en este año nuevo que se avecina…

Tu amigo de siempre,


Guillermo.

Cabe destacar que para el momento en que Guillermo firmaba esta carta, Werther accionaba el arma que daría descanso a su desesperación.






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